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    15 de septiembre de 2016

    La culpa original, Por Catherine Hansen

    Reflexión sobre la culpa, ese tremendo peso que casi siempre nos doblega, por Catherine Hansen



    La culpa es un sentimiento o mecanismo que cuando se activa no te permite disfrutar de nada, no te permite recibir, no te permite expresarte como eres realmente. Cuando estás en la culpa, estás permanentemente pagando una deuda invisible, inconsciente, que además nunca acaba, por más que pagues y pagues.


    Para muchas personas es un sentimiento tan familiar, que ni siquiera saben cómo es no sentirse culpable. Llevan ese sentimiento a todas sus relaciones y dejan de reconocerse como seres libres, que es su verdadera esencia. Porque la culpa te convierte en eso, en un prisionero de ti mismo.


    Cuando indagamos en nosotros buscando el origen de esta culpa, podemos identificar muchos momentos de la infancia en que nos hicieron sentir que eramos inadecuados. El no cumplir con las expectativas de los padres, que son vitales para nuestra supervivencia, nos hace sentirnos en peligro, nos crea ansiedad y culpa. Y la culpa es la manera que tenemos de obligarnos a hacer el esfuerzo permanente de encajarnos en el molde que nos proponen.
    Pero este no es el primer origen. Si indagamos un poco más, veremos que este mecanismo ya nos viene de antes y cuando exploramos nuestra vida intrauterina, nos encontramos con varias situaciones que crean esa estructura emocional de culpa en nosotros.

    La culpa original puede tener distintos matices:


    “Soy culpable, porque te he hecho sufrir, te he hecho daño.”


    Esta es una de nuestras culpas originales. Si la madre durante el embarazo no está contenta, se siente fea y gorda, sufre vómitos y tiene un parto con mucho dolor, el bebé puede coger la creencia de que todo eso es por culpa suya, que si no fuera porque vino, su mamá no lo habría pasado mal.
    Esta creencia la suelen coger bebés no deseados, que reciben esa energía de malestar y les confirma su creencia de que no deberían estar aquí. Pierden de vista que todos esos sentimientos tienen más que ver con cómo su madre se relaciona con el hecho de estar gestando a un bebé y sus creencias, que con él y entran en un espacio en el que siempre se sienten en deuda.


    “Soy culpable, porque no hago nada por ayudarte.”


    Muchas personas tienen el rol de salvar a todo el mundo por la impotencia de no haber podido ayudar a mamá durante el embarazo. Cuando en la familia o en la pareja hay discusiones o dificultades o enfermedad, el bebé, que está presenciando todo eso, se siente responsable y quiere ayudar a su mamá. Este sentimiento se da sobretodo cuando el Proyecto Sentido de ese bebé es ser el bastón de uno de ellos.
    Dado que es bebé y nadie lo percibe, se da cuenta de la inutilidad de sus esfuerzos y entra en la impotencia y en la necesidad inconsciente, que expresará en el futuro, de ayudar a todo el mundo sin condiciones. Si estas personas no ayudan, se sienten muy mal y se convierte en una compulsión, en algo inevitable.

    “Soy culpable, porque lo maté o no hice nada por evitar su desaparición.”


    Muchas veces el sentimiento de culpa, de vergüenza y de no merecimiento vienen de una temprana experiencia de pérdida de un ser querido, un hermano o hermana gemelo. El bebé, que vive todo de forma autocentrada, no puede entender que la muerte de su gemelo no tiene en realidad que ver con él. Cree que algo que él ha hecho o algo que no ha hecho, ha sido la causa de esta pérdida. Cuando nace, ya nace con ese sentimiento de culpa de ser el causante de un daño irreversible y llevará esta culpa toda la vida con él. Una persona que ha tenido esta vivencia se convierte en alguien que quiere complacer obsesivamente a todo el mundo, porque no se cree con derecho de tomar nada para ella.


    “Soy culpable, porque te he abandonado.”

    Muchas madres expresan de forma más o menos consciente una necesidad de compañía y consuelo que proyectan en su bebé. Convierten al bebé en el centro de su vida y de su felicidad. El bebé percibe esta carencia en la madre y se compromete sin darse cuenta a ser ese compañero o compañera fiel e incondicional para siempre. En el momento de nacer hay una separación y a veces la madre inconscientemente quiere retener a su bebé dentro para no perder esa conexión íntima y profunda con él. Cuando el bebé nace, nace con la culpa de abandonar a su madre y con esa culpa, que le acompañará toda la vida, se convierte sin darse cuenta en una especie de apéndice de ellan(o de otra persona en quien proyecte esa figura), no pudiendo realizar su propia vida, formando una familia propia por ejemplo, o incluso, no teniendo nunca pareja o simplemente viviendo sólo para el otro.



    La culpa, sea del matiz que sea, es siempre una prisión construida con ideas falsas de una responsabilidad mal entendida, de la responsabilidad de la vida de otras personas.


    Y a la vez la culpa es también un distractor. A un nivel muy profundo seguimos eligiendo la culpa, porque de alguna manera nos libra de la responsabilidad de tomar las riendas de nuestra vida. Es tan fuerte el sentimiento de culpa y tan paralizante en muchos sentidos, que se acaba convirtiendo en la justificación perfecta (inconsciente) para no hacer nada, para no tomar riesgos, para no parar y cortar con dinámicas enfermizas que nos impiden Ser.


    Y es tan grande el miedo a Ser nosotros mismos, que preferimos escondernos tras la cortina de la culpa.


    Así que es conveniente comprender de dónde procede nuestro sentimiento de culpa, pero no solamente eso, es necesario también hacer la elección de empezar a vivir de otra manera, dejar de ser la víctima o el personaje heroíco que todos requieren en momentos de necesidad, y empezar a ser nosotros mismos. Esto implica que también debemos estar dispuestos a renunciar al reconocimiento social, porque resulta que vivimos en una realidad donde el sentirse culpable está bien valorado.

    Una vez conseguimos esto, podemos expresar quien realmente somos y tener relaciones sin dependencia y libres de dinámicas de manipulación emocional.







    Por Catherine Hansen – Terapeuta de las Memorias Prenatales


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