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    1 de diciembre de 2016

    El despertar, por Shanandai


    Llevo mucho tiempo dedicándome a ayudar a otras personas a despertar, brindándoles herramientas y trabajos con los que elevar la vibración y la consciencia Observo como inician un trabajo y el entusiasmo de ver como hay aspectos en su ser que cambian y como se manifiestan cambios en su día a día. Finalizan los trabajos y cada uno vuelve a su rutina.
    El tiempo, nos conduce a coincidir de nuevo, en el sendero de esta hermosa vida y algunos, siguieron avanzando pero otros, volvieron a sumergirse en su cotidianidad y dejaron de mirar para adentro, volviéndose a perder en la experiencia humana de tercera dimensión. Converso con muchos de ellos que se han sumergido de nuevo en experiencias de dolor. Muchos han sufrido pérdidas que aún están latentes y no han conseguido superar, otros, andan inmersos en experiencias de aprendizaje de carencias, de viejas heridas que se reabrieron. La mayoría andan inmersos y perdidos en un reloj que dicen, no detiene su paso y parece haberse acelerado sin tregua, ahogándolos en un ritmo desenfrenado que no les permite ni si quiera, dedicarse tiempo a ellos mismos, a escucharse, a sentirse... En realidad somos nosotros los que corremos por el tiempo…
    Otros entran en los juegos del ego, creyendo que estar un 10% despiertos, los convierte en gurús que pueden salvar al mundo. En realidad no hay nada de que salvarse, todos estamos experimentando juegos individuales cuyos resultados, afectan al conjunto, pero todos estamos aprendiendo a ser humanos, pues seres espirituales es lo que somos en realidad. Andamos aprendiendo a crear unas reglas de juego, que sean beneficiosas para todos en conjunto y para la hermosa joya azul.
    En muchas ocasiones me pregunto ¿qué nos pasa como humanidad? Vivimos un tiempo mágico, en el que no nos queman como antaño por alzar la voz al cielo y decir Yo soy Dios. Tenemos al alcance de nuestra mano miles de herramientas distintas para que cada ser, descubra el camino de retorno a sí mismo con las herramientas que mejor le vayan, entonces ¿Por qué optamos por seguir en el mismo punto de anclaje y cada vez que logramos avanzar, nos frenamos en seco y damos un paso atrás?
    La primera razón es la falta de amor a nosotros mismos. Hemos llenado nuestra mochila con tantos prejuicios inútiles, que nos es muy simple creernos que no valemos o que no podemos alcanzar nuestros deseos y nos cuesta un esfuerzo titánico creernos que somos muy grandes, seres de luz y amor. Esa falta de valoración hacia nosotros mismos nos hace sentirnos pequeños e insignificantes y hace, que no seamos capaces de vernos con los ojos del amor del que estamos compuestos. Eso nos lleva a creer que no podemos alcanzar esa perfección divina que dicen que somos, sin darnos cuenta de que esa perfección divina simplemente está en nosotros y no tenemos que buscarla, sino recordarla y rescatarla, de ese rincón profundo del desván del olvido, donde la hemos ido arrinconando a medida que hemos creado experiencias de dolor.
    Este sentirnos pequeños, nos lleva a sentirnos perdidos en un mundo que parece imponer sus reglas absurdas y separatistas y a querer encajar en este mundo absurdo que solo nos enreda en un bucle que parece no tener fin. Buscamos una estabilidad inexistente, aferrándonos al tiempo y a la fisicalidad, sin darnos cuenta que cada micro segundo el universo, cambia, porque está en un continuo movimiento y cambio. Somos seres eternos e infinitos que vivimos con la conciencia de ser finitos.
    Nos cuesta tanto vernos con los ojos del amor que somos, que en lugar de mostrar nuestra grandeza nos encogemos. Vivimos temerosos de mostrar nuestra luz, de mostrar nuestros sentimientos y de ser, simplemente lo que somos en realidad. Cuando realizamos trabajos y vemos un atisbo de lo que somos en realidad el alma se llena de gozo y se siente plena, cuando volvemos a la realidad terrena la mente siembra las dudas y el temor de pensar que quizás, sea locura y no realidad lo que experimentamos.
    Enredados entre la niebla de la incertidumbre, y permitiendo, que ese amor hacia nosotros mismos esté ausente, preferimos aferrarnos con uñas y dientes a una realidad, que aun no siendo la deseada es la que nos da, esa falsa estabilidad. La falta de amor nos conduce a la falta de fe en nosotros mismos y en lo que de un modo innato, somos y podemos manifestar. Recientemente leí una frase que entraña una verdad absoluta “Solo hay una letra de diferencia entre creer y crear”
    No puedo crear sino creo. Si no creo en mí y en mi potencial innato no puedo crear y manifestar aquello que soy. Entonces ocurre, y aquí entraríamos en la segunda razón, que en muchas ocasiones, tras periodos de trabajo interno, parece que la vida humana sigue sin funcionar. Las carencias siguen manifestándose en nuestra cotidianidad en forma de ausencia de trabajo, carencia económica, afectiva, soledad, heridas que parecían sanadas y que de repente se activan y llegamos a la conclusión de que nada de lo que hicimos dio resultados. Entramos en un estado de incomprensión comprensible. Si hago lo que debo ¿Por qué mis resultados no son distintos? Si soy una buena persona que ayuda a los demás, ¿Por qué parece que Dios no me ayuda a mí? Ubicados en este punto, no nos damos cuenta de que Dios, no tienen nada que ver en esto, ya que de un modo u otro, somos nosotros los que creamos las experiencias que vivimos y los que decidimos siempre, de un modo consciente o inconsciente, como queremos experimentarnos y lo que es más importante, como experimentamos y lo que experimentamos.
    Es en este punto es donde muchísimos seres abandonan el sendero de vuelta hacia su propia esencia y se sumergen de nuevo en la vorágine de la supervivencia, optando por la lucha de intentar, al menos una vida humana, lo más llevadera posible. En el momento en que enfocamos de nuevo la mirada hacia el exterior, volvemos a perdernos de vista a nosotros mismos.
    Sé que suena fácil decirlo, pero la realidad es que todo tiene un propósito y ese propósito lo marcamos nosotros desde nuestro libre albedrio. Ciertamente el pacto de olvido que traemos con nosotros, podría parecer negativo, pero el juego no tendría ningún aliciente si conociéramos de antemano todas las jugadas y resultados.
    El tercer factor, sigue siendo el miedo. El miedo a todos los cambios que se puedan derivar de empezar a recordar quienes somos en realidad. Miedo a dejar a personas de nuestro entorno en el camino porque nuestra andadura juntos, ya no sea posible. Miedo a salir de la zona de confort, a mostrarle al mundo que somos mucho más de lo que nos han contado. Miedo a que las personas de nuestro entorno descubran, que hemos crecido y tenemos convicciones y certezas muy distintas a las suyas. Miedo a que nos tomen por locos. Miedo a asumir la responsabilidad de ser una luz para uno mismo y para iluminar el mundo en el que tengo el gran privilegio de experimentar. Miedo a salir de los cánones sociales establecidos. Miedo a ser coherente y consecuente y a asumir la responsabilidad absoluta de las propias creaciones. Miedo a amarnos y darnos cuenta, que no necesitamos que otro ser cubra nuestras carencias sino simplemente que nos acompañe en el camino por el puro placer de acompañarnos y amarnos.
    Resumiendo, miedo a ser…
    Me gusta decir que la fórmula mágica es FLUIR. Muchos preguntan ¿Y cómo me dejo fluir? En realidad es simple aunque a nosotros nos parece complicado. Fluir es simplemente dejar de resistirte y aceptar que todo es perfecto y está en su tiempo.
    Desdramatizar, es otra de las claves. En realidad, nada es tan grave ni irreparable cuando vives desde la consciencia de la eternidad, porque en realidad la eternidad erradica el miedo y te da una nueva percepción de las cosas. La muerte no existe, es un simple cambio de estado o de traje si lo prefieres. El tiempo, como lo conocemos nosotros, tampoco existe, no es el tiempo real del universo. La estabilidad, no existe, todo cambia y en el cambio está ubicada la evolución. El desamor en realidad tampoco existe, todos somos amor, en consecuencia lo que experimentas es el olvido de lo que eres y son todos los seres. No existen las razas, existe la diversidad porque raza solo hay una, la humana.
    Tú, si existes y no solo en el plano de la fisicalidad de la Tierra, sino en todos los planos, realidades y dimensiones, eres un hijo de las estrellas, así que busca tu libertad porque tú eres la magna abundancia de Dios en todos los sentidos y por favor, cierra tus ojos de la tierra y recuérdate.
    Shanandai©



    Shanandai©


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