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    1 de diciembre de 2016

    “Todo tiene su porqué”: Comprender nuestra misión de vida con Regresiones, Por Elena Goretti



    Tod@s nos planteamos en algún momento de nuestra vida ¿Qué hemos venido a hacer a este mundo? ¿Por qué motivo ocurre este fenómeno maravilloso que es la vida?

    El ser humano ha estado durante siglos buscando cuál es el origen de la vida… Es lo que se llama científicamente “abiogenésis” y hace referencia al estudio del proceso natural del surgimiento u origen de la vida a partir de la no existencia de ésta, es decir, partiendo de materia inerte, como simples compuestos orgánicos.

    Podemos conocer la explicación biológica de cómo y cuándo surgió la vida en la Tierra, aunque hay diversas teorías sobre la mesa y todavía no se tiene un cuadro razonablemente completo acerca de cómo pudo ser este origen… A pesar de que este tema me parece superinteresante, lo dejaré para los científicos, ya que me atrae mucho más la idea de encontrar el porqué se da la vida en este planeta…

    Como espíritu inquieto y curioso que soy, siempre me pregunté ¿Para qué? ¿Qué sentido tiene para el ser humano nacer, desarrollarse y morir? A mi entender, no podía tratarse sólo de una cuestión biológica, ni de una cuestión del azar, tenía que haber una razón más allá de lo material, de lo palpable, por la cual venimos aquí y pasamos una serie de vivencias en este mundo. Desde luego, para mi no era suficiente creer en que eso ocurre sin más y ya está. Siempre he querido ir más allá de lo evidente o lo físico en mis cuestionamientos, llamadme metafísica si queréis…

    Eso me llevó a plantearme cuál era la finalidad de la vida humana. Para mi, el tema de la vida cobraba sentido si su finalidad era la de realizar un largo camino lleno de experiencias para aprender… Pero entonces, me surgió la pregunta del millón: Si, al morir, desaparecíamos de este mundo, ¿a dónde iba a parar todo ese aprendizaje adquirido después de tantas aventuras? La respuesta que me venía a la mente era muy clara, esa experiencia obtenida no podía “evaporarse” y desaparecer… Quizás os parezca una paradoja, pero la ley física de conservación de la materia me dio la pista… “La energía ni se crea ni se destruye, se transforma”.

    Como ya sabemos por la Física, somos materia y tenemos cierta cantidad de energía, entonces, si esa energía que contenemos nunca se destruye, sino que cambia de una forma a otra, ¿por qué no creer que, cuando ocurre la muerte física, pasamos de un estado material y denso a otro inmaterial y sutil o energético que es lo que identificamos como “espíritu” o “alma”? Había encontrado la solución a mi pregunta: ¡Todo ese aprendizaje era “almacenado” por nuestra alma!

    El siguiente paso de mi teoría fue plantearme que ese aprendizaje tenía el objetivo de hacer que evolucionáramos y, por tanto, implicaba una continuidad y un cambio a mejor de nuestro estado inicial. Y así fue como comprendí que ese continuo cambio sólo podía darse a través de la reencarnación…

    Al contrario de lo que se piensa, la reencarnación es una creencia que, no sólo está presente a lo largo de la Historia de la humanidad en las religiones orientales, africanas, americanas y de Oceanía, también estuvo presente en la religión judeocristiana hasta el siglo IV d.C.
    Fue la institución eclesiástica la que decidió “adaptar” la Biblia en el Concilio de Nicea (año 325), eliminando los pasajes evangélicos que hacían referencia a la “preexistencia”, que es el término que se utilizaba por aquel entonces para hablar de lo que hoy conocemos como reencarnación.

    No entraré en los intereses de poder que hubo detrás de esa decisión porque tod@s podemos adivinar cuáles fueron, lo único que quiero poner de relevancia es que, si prácticamente todas las tradiciones religiosas, tan diversas ellas, coincidían en aceptar un mismo concepto fundamental, ¿sería por algo no? Y, como ya sabéis que me gustan los refranes, el que viene ahora como anillo al dedo es “Cuando el río suena, agua lleva”…

    Eso era, con la reencarnación le encontraba significado a todo, pues nuestro aprendizaje no termina al morir, sino que continúa a lo largo de todas las experiencias en las que nuestra alma se encarna en un cuerpo físico para poder llevar a cabo su misión de evolución.

    Tod@s las vivencias que tenemos en nuestro largo viaje nos llevan a sacar un provecho de ellas, tanto las que consideramos positivas, como las que juzgamos negativas. Si tomamos una mayor perspectiva de todas ellas, veremos que las situaciones que hemos vivido no son fruto de la casualidad, sino que tienen su porqué, aunque a veces nos cuesta encontrarlo…

    Probablemente, nos haremos conscientes de que hay ciertos ámbitos de nuestra vida en los que todo funciona a las mil maravillas y, por el contrario, hay otros en los que parece que todo son obstáculos en el camino. Y ahí está el “quid” de la cuestión, en que esos aparentes obstáculos no son más que pruebas que nos hemos propuesto superar como alma porque forman parte de nuestra misión de vida.

    Es lo que algunos llaman “karma”, yo prefiero llamarle aprendizaje, pues no es más que una Ley de Compensación o Ley de Causa y Efecto, a través de la cual aprendemos de nuestras acciones y de sus consecuencias. Y todo ello, viene determinado por la decisión de nuestra alma de encarnarse para experimentarlo.

    El alma, antes de encarnarse, lleva a cabo un anteproyecto o diseño de vida según el cual se deciden las lecciones que venimos a aprender en esta vida. Así, nuestra alma planifica la nueva vida con las características y condiciones necesarias para que se pueda realizar el aprendizaje de esas lecciones: lugar geográfico de nacimiento, momento histórico, características del cuerpo físico y rasgos psicológicos de la personalidad, incluso determinadas almas con las que nos encontraremos en el camino. Este último punto introduce el tema de las relaciones kármicas, pero ese contenido lo dejo para otro post…

    Sabiendo esto, realizar una Regresión al momento en que nuestra alma planifica el anteproyecto de vida y rescatar toda esa información, puede ayudarnos a tener una mayor comprensión de muchas de las circunstancias que nos han ocurrido en la vida y, no sólo eso, sino a comprender el propósito de nuestra vida actual, dándole una nueva dimensión al sentido de nuestra vida.

    Algun@s os preguntaréis en qué os puede ayudar el conocimiento del anteproyecto de vida ante las experiencias que vamos a vivir en nuestro futuro. Tener ese conocimiento nos facilita mucho las cosas, pues nos coloca en la posición del alumn@ aventajad@ que tiene información privilegiada y eso nos va a permitir afrontar las situaciones de una manera más positiva, pues sabremos qué es lo que nuestra alma pretende obtener de esas situaciones. Así, podremos asumir ese reto con responsabilidad y consciencia, actuando a favor del aprendizaje y consiguiendo que eso se dé de la forma más liviana y rápida posible.

    Hay un detalle muy importante que debéis saber y es que nuestra alma nunca se pone una prueba tan difícil que no pueda superar, no se trata de hacernos la vida imposible, ni de una broma de nuestro destino cruel… Se trata de ir perfeccionándonos para llegar a ser impecables de pensamiento, sentimiento y acción, de ser puros y conscientes, ese es el enfoque. En nuestras manos y en nuestro libre albedrío está la decisión de hacerlo o no.

    Y ¿qué ocurre si decidimos no hacerlo? No hay que preocuparse por ello, tendremos la oportunidad de encarnarnos de nuevo para poderlo hacer, todo depende de lo intrépidos que queramos ser en nuestro camino evolutivo. Tenemos todo el tiempo del mundo…

    Aunque los anteproyectos de vida son diversos en función de nuestro bagaje evolutivo, lo que sí os puedo adelantar, es que siempre tienen la finalidad de conectarnos con el amor, esa energía que es la base de todo y que es la única que nos puede hacer sentir en paz y con plenitud…

    Esa es nuestra gran lección: aprender a amarnos y aprender a amar a los demás como si de nosotr@s mism@s se tratara. Ese es el aprendizaje que nos llevamos de este mundo, amar sin condiciones, el amor que está por encima del apego, de la carencia, de la posesión, de la manipulación, del miedo, del ego… En definitiva, el amor libre de cargas, puro y verdadero.

    Como sugiere el título del artículo, “Todo tiene su porqué…” Yo siento que he encontrado el porqué de mi existencia, ¿y vosotros? ¿lo habéis encontrado?

    Espero haberos ayudado con mis reflexiones. Lo fundamental de todo esto es que no se quede en el plano de las ideas y de la mente, sino que pase al plano de la acción, así que ¡nunca no os olvidéis de amar a vuestra persona y a los demás seres de este mundo!

    Un abrazo.



    Elena Goretti
    Terapeuta de Regresiones,
    Reiki tibetano y japonés,
    Sintonización arquetípica,
    Canalización Sibyl y
    Asesoramiento a través del Tarot

    tlf/wsp: 670.40.63.57
    egmetaute@gmail.com



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    2 comentarios:

    1. Y no sera que nos creemos demasiado importantes y le damos demasiadas vueltas a algo tan vulgar como un simple amontonamiento de celulas?...y creemos que la tierra es el lugar elegido por no se que?...el sol como estrella que es morira, al igual que sucedera con la tierra...donde estaran las respuestas y las preguntas?...en ningun sitio...en otros lugares otras celulas se desarrollaran de otra manera y tendran un final antes o despues, con la diferencia que no se hagan preguntas, pues si son mas inteligentes y la inteligencia nada tiene que ver con andar, mirar, comer y pensar...no se harán preguntas que ya conocen y aceptan, que son simplemente el resultado casual de unas circustancias y con un fin logico...

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      1. Está bien si para ti somos un resultado casual. Tu verdad es tan válida como la mía, lo importante, según mi parecer, es que estemos en paz y armonía con lo que sentimos.

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