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    30 de julio de 2016

    LA NIÑA DEL MAR, por Espe Palacios


    Espe Palacios nos dedica con mucho cariño este cuentito corto "La niña del Mar"

    Esta es la historia de una niña que vivía muy cerquita del mar, tanto que algunas
    mañanas, las olas salpicaban con su espuma blanca en el cristal de la ventana de su
    habitación.
    Ani tenía el cabello dorado como el sol y unos enormes ojos azules llenos de curiosidad,
    una sonrisa amplia y sincera, una imaginación desbordante y un corazón de oro.
    Vivía en un lugar realmente privilegiado. El sol, cada mañana se colaba en su habitación
    dándole los buenos días y cuando caía la tarde, podía ver a la coqueta luna, como iba
    ganando altura para colgarse en el cielo, a veces como si fuese un gajito de mandarina,
    otras redonda como una pelota. Le encantaban todas sus fases, se maravillaba con su luz
    y llegó a la conclusión de que todas las estrellas estaban ahí para que la luna no se
    sintiese sola.
    Cuando era pequeña, muchas veces, corría al tiempo que veía una estrella fugaz, por que
    creía que esa estrella iba a caer del cielo y ella estaba allí, esperando acunar con cariño a
    la estrellita cuando fuese aterrizar en sus brazos. Ahora tenía ya ocho años, pero cuando
    se enteró que esas estrellas eran las encargadas de transportar los deseos, se echó a reír
    y desde entonces, siempre pide el mismo deseo…

    -Yo no sé bien cual es, pero sé que tiene que ver con el mar…

    A la pequeña le gustaba corretear todas las mañanas por la orilla, mientras a lo lejos, veía
    la barquita de su padre, que regresaba de mar adentro, después de una larga noche
    faenando por las frías aguas del estrecho. Había veces que su papá tardaba días en
    regresar, pero la pequeña Ani, corría igual por la orilla, anhelando el regreso de su padre.

    Una vez tardó dos lunas en regresar y a la pequeña se le hizo eterno ; pero cuando una
    mañana a lo lejos vio la barca de su padre, le entró tal alegría, que se metió con ropa y
    todo. Nadó con todas sus fuerzas y así poder estrechar entre sus bracitos a la persona
    que más quería en el mundo.
    Afortunadamente , desde ya hacía tiempo, su papá se iba por la noche y volvía con el sol
    a sus espaldas…a Ani le parecía a veces, que el sol, se detenía en la pequeña barquita a
    descansar, antes de dar el gran salto para colgarse, al igual que la luna del cielo.
    Como todas las noches, el papá de Ani arropaba a la pequeña en su cama, se sentaba a
    su lado, charlaban de todo y de nada, se reían juntos y después de un largo abrazo, el
    padre le preguntaba: bueno Ani:¿qué quieres que te traiga del gran azul?.

    No sé papá se me ocurre…no, no – dijo- es una tontería.
    ¿El qué Ani?.-El padre preguntó curiosamente.
    Está bien, pero no te rías- se atrevió a decir la niña, hizo un silencio y añadió
    tímidamente.- que le digas a una sirena que venga a jugar conmigo todas las mañanas,
    mientras te espero en la orilla. Bueno si no puede todas…no importa, pero me gustaría
    mucho.
    De acuerdo princesa. –contestó el padre, la estrechó entre sus brazos, apagó la luz y le
    deseó felices sueños…

    A la mañana siguiente, Ani correteó por la orilla, jugueteó con las olas, les sacó ventaja y
    ganó evitando mojarse los pies.
    Se levantó una brisa suave en la orilla, Aní seguía correteando. Al principio creyó que era
    su sombra la que corría más que ella, luego se dio cuenta y se quedó perpleja. No podía
    creer lo que estaban viendo sus ojos, creyó que estaba soñando, se pellizcó las mejillas,
    era verdad, se había hecho daño!!
    En quien primero pensó, fue en su padre, que le hubiese encantado compartir ese
    momento con él. Miró al sol, este estaba ganando altura y la barca de su papá debería
    estar a lo lejos para que este se detuviese a descansar…

    - Ya lo sé.- contestó la figura que se sostenía de cintura para arriba sobre el agua.
    - ¿El que sabes? –contestó Ani aún casi sin creerse lo que veían sus ojos.
    - Que te gustaría mucho que tu papá estuviese aquí. – afirmó la espontánea figura.
    - ALA!! puedes leer el pensamiento!!.- Ani no podía salir de su asombro. Y probó a su
    nueva acompañante.
    ¿Qué pienso?. –Preguntó Ani.
    Muchas cosas – contestó la extraña criatura – que tengo el pelo muy largo, que tengo
    mucha suerte por tener una cola de pescado, sí he nadado por los siete mares, si he
    visto un tiburón, si conozco a más sirenas, qué cuantos años vivimos y sobre todo te
    preguntas si soy de verdad una sirena o otra de las tantas figuras que inventa tu
    imaginación desbordante…
    pero he de decirte una cosa – la extraña figura, cambió la expresión de su rostro, hizo un
    silencio, y tímidamente empezó a hablarle despacito, mirándole fijamente a los ojos.
     – Ani, tu papá ha de cumplir una promesa que pactó con el Dios del mar, y no regresará
    de las profundidades de mi mundo hasta pasadas doce lunas llenas.

    La niña se quedó aun más perpleja, no entendía nada, creía que lo que estaba
    sucediendo no era verdad, que era un mal sueño, una pesadilla .
     Miró hacia el sol, seguidamente al horizonte, no había rastro de la barquita de su padre y
    sus lindos ojitos se llenaron de lágrimas saladas, al igual que el agua que cubría ahora
    sus pies.
     No podía imaginarse estar tantas lunas sin ver a su padre. Se moría de pena nada más
    pensar en ello. El tiempo que más estuvo fuera su padre, fueron 2 lunas y le pareció una
    eternidad.
     Allí estaba de pie, las olas acariciaban incansablemente la orilla, dejando la huella de su
    paso con una tenue espuma blanca, mojando su pequeño cuerpecito, que se había
    quedado paralizado al escuchar la terrible noticia, mirando fijamente aquel ser, que ya no
    le parecía ni tan mágico, ni tan hermoso.
    La criatura se mantenía en el agua, a su vez también observaba a la niña y se conmovió
    por ella. Cuanto debería querer esa niña a su padre para que le llorasen los ojos de esa
    manera.
    La sirena le hizo un gesto de complicidad, luego se acerco el dedo índice de su mano
    derecha a los labios, a modo de silencio, al mismo tiempo que con la otra mano le
    indicaba que mirase hacia abajo. En ese preciso momento, dentro de las aguas
    transparentes de aquel mar, vio la imagen de su padre ondulante debido al va y ven de las
    olas.
    Su padre le dijo que no se preocupase, que aunque permaneciera en esa cautividad
    marina, que valdría la pena por haberla hecho sonreír. Que había hecho un pacto con el
    Dios del mar a cambio de que ella disfrutase de la compañía de su nueva amiga con
    aleta.
    La niña se entristeció aun más, de ver a su padre y no poderlo tocar, ni abrazar y al ver el
    padre la angustia de la niña, este le aclaró diciendo:

    - Cariño, no es que no vaya a abrazarte más, solo será por un día marino, lo malo es que
    esto equivale a un año terrestre. Aquí abajo el tiempo pasa de diferente manera, las
    personas tenemos un concepto del mar muy diferente del que en realidad es. Te quiero…
    Y la imagen del padre se desdibujó en el agua, la corriente formaba pequeñas olas que se
    marcharon con su pensamiento.

    La niña se quedó desolada, triste y sin saber que hacer o que decir. Se enfadó con su
    papá, con ella misma, con aquel ser despiadado que se había llevado a su padre con
    aquella figura que no paraba de observarla, se enfadó con el mundo entero e hizo lo que
    normalmente hacia cuando no encontraba solución a sus problemas.
    Llorar, y lloró como nunca antes lo había hecho y su llanto era tan triste, que todas las
    criaturas que la escucharon compartieron su pena. Luego pataleo dejando escapar toda la
    rabia que se había acumulado en su pequeño cuerpecito, finalmente cerró los ojos,
    escucho el viento junto al eterno sonido de las olas rompiendo en la orilla. Dejó que sus
    negros pensamientos se los llevase ese mismo viento y entonces se le ocurrió una idea.

    La sirena seguía observándola, apenada por su dolor, ella tampoco sabía que hacer o que
    decir y se le ocurrió de forma espontánea invitar a la pequeña Ani a jugar con ella.
     La sirenita experimentó una sensación que jamás antes había sentido, estaba confusa y
    recordó las palabras de un amigo crustáceo que en cierta ocasión le dijo:

    – Los humanos son muy raros, si estas mucho con ellos, acabas sintiendo lo mismo que
    ellos sienten, están llenos de dudas y controversia. Los humanos, cuanto más lejos mejor.

    Mientras tanto, la cabecita de la pequeña Ani estaba saturada y dejó descansar a su
    fatigado pensamiento, así que ¿por qué no?, se preguntó, en el fondo era lo quería papá.
    Una espontánea lágrima se le escapó furtivamente , rodando por su mejilla con rapidez,
    Ani se enjuagó la cara con la manga de su vestido y bombardeó a la sirena con toda
    clase de preguntas, hablaron largo y tendido, se rieron, lloraron juntas y compartieron
    como comparten el tesoro de la amistad dos amigas. La niña con cierto aire de
    incertidumbre le dijo a su amiga que quería hablar con el Dios del mar, porqué sabía que
    él también era padre y así podría entenderla mejor.

    Ani se enteró de que el Dios del mar se llamaba Poseidón, que tenía muy mal genio, que
    las tormentas y tornados eran producto de su furia, y que las islas se formaban gracias a
    él, ya que cuando se enfurecía mucho, partía las montañas en dos y las tiraba al mar.
     Aún a sabiendas del carácter del Dios, Ani estaba decidida a hablar con él. Reunió en su
    pequeño cuerpecito un valor gigante que multiplicó por mil...tenía miedo, pero se sentía
    bien enfrentándose y mirándolo directamente a los ojos.
    Esperaron a que saliese la luna y la conjuraron, la pequeña Ani transformó sus piernas en
    una enorme aleta plateada, seguidamente se zambulló en el agua, dejando tras de si una
    mancha de espuma blanca que poco a poco se fue disipando hasta desaparecer.

    Nunca, nunca más, nadie volvió a saber de la pequeña Ani y de su padre.
    “El mar se los tragó”; dicen unos.
    “No quisieron volver cuando aun podían” decían otros.

    Y la verdad de la verdad, es que Ani cuando vio a su padre le abrazó de tal manera, que
    Poseidón se conmovió. Seguidamente observo la escena en silencio hasta que concluyó.
     Ani, se sobresaltó y se sintió muy pequeñita, cuando enfrente de ella, vio la figura del
    Dios del mar. Grande, imponente, con su barba ondulante y su pelo largo que le cubría los
    hombros, con su tridente, capaz de romper montañas en dos cuando se enfadase.
    Ani miró a los ojos al Dios del mar y olvidándose de todo lo que se decía y representaba
    la imagen de Poseidón, en él vio , a un ser, con mirada comprensiva como la misma
    mirada que podía tener su padre, le trasmitía la misma seguridad que le transmitían los
    ojos de su padre y sabía que la veían tal y como ella era.

    Esta vez Ani, conversó como nunca lo había hecho con nadie, sus labios no se
    despegaron para dejar escapar una palabra, pero su pensamiento fluyó de tal manera,
    que pudo comprender, que hablaba con el corazón y que en realidad hay un punto de
    unión tan universal, que cualquier criatura se puede comunicar con otra, aún
    desconociendo el lenguaje, el entendimiento surge cuando ese lenguaje proviene del
    corazón.
    Ani, ya no se sentía pequeña era su igual y eso le hizo sentir bien. Su padre, expectante
    y en silencio seguía la jugada y como todos los seres de ese medió, él también podía leer
    el pensamiento, no intervino para nada, pero se sintió orgulloso de su hija, le recordaba a
    su esposa.
     Un recuerdo se paseó por su mente, y su memoria le llevó al mismo momento donde Ani
    con tan solo cuatro añitos le preguntó por su mamá y él con la voz temblorosa, los ojos
    llenos de lágrimas y sin saber cuanto podía aguantar antes de ponerse a llorar como un
    chiquillo, le desnudó la verdad y le explicó, que su mamá murió el mismo día que ella
    nació, pero que antes de morir, su madre la bendijo con un beso en la frente, sonrió, y le
    agradeció a la vida poder ver la carita de aquel ángel, y luego se fue...y el recuerdo se
    desvaneció en su mente,.
    Seguía observando, Ani parecía entender porque su padre estaba allí, ya no creía que
    vivía en cautividad por culpa de un Dios malvado, se dio cuenta de que aquel maravilloso
    mundo cada vez era más débil.

     Hubo un tiempo que sus colores eran más vivos y brillantes, que la ley natural establecía
    sus propios ciclos de vida, hubo un tiempo donde en el reino marino estaba regido por la
    armonía y el respeto.

     Pero de un tiempo a esta parte, el mar se viste de luto y ya no besan la orilla las
    incansables olas de espuma blanca, y la brisa del mar, no transporta frescura, ahora la
    marea arrastra tristeza y controversia, ya que esa negrura ahoga la vida...todo debido a
    la falta de respeto hacia el mundo marino por parte de los seres humanos.
     Ani entendía la furia del Dios del mar e incluso la compartía, así que la pequeña Ani le
    propuso a Poseidón poder estar con su padre hasta el día que terminase su promesa.
    Poseidón aceptó alegrándose por la decisión de la pequeña. ...Pasó el tiempo y llegó el
    momento en el cual Ani y su padre tenían que marchar.
    No tenían valor para despedirse, la pena de abandonar aquel medio pesaba demasiado
    sobre sus espaldas, era una gran carga de emociones, de vivencias que jamás podrían
    olvidar y antes de tomar una determinación, el Dios del mar habló con ellos, les recordó
    que eran libres. Libres para marcharse.
    Poseidón al ver la indecisión de la niña y su padre, les volvió a decir que eran libres,
    abiertamente les propuso que si ellos querían, podían quedarse allí, para siempre...y
    resultó que para siempre era mucho tiempo...así que de vez en cuando viajan en el
    murmullo que transportan las olas, con un mensaje, si cierras los ojos escucharas... son
    Ani y su padre, que con el viento van, desde la orilla a mar a dentro, y ese rumor que
    viaja por el mundo habla de la conciencia, del respeto hacia el mar, el aire, los bosques,
    los ríos, las montañas y la pacha mama ...que es la vida.




    Espe Palacios

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