La Búsqueda
A lo largo de una vida pasas
por etapas en las que la búsqueda y su interrogante no hallan un espacio por
donde colarse dentro de los parámetros en los que se desenvuelve tu existencia.
En esos tramos no hay preguntas que hacerse porque estás comprometido en
responder al reclamo del cuerpo y su sustento, de la mente y el desarrollo de
sus facultades, o del afecto y su gama de relaciones emocionales –amor de
padres, de hijos, de amantes, de amigos… amor por lo que haces–. ¿Quién tiene
tiempo de indagar más allá de este marco que ya de por sí está repleto de
respuestas? Casi nadie le da cabida al Interrogante a no ser que la Búsqueda
misma le seduzca en algún tramo del camino. A no ser que el lienzo sobre el que
pintas tus días tenga fisuras y por ahí se pierdan tus fuerzas, cayendo
irremediablemente en tus abismos con un “porqué” sin resolver; o que ya nazcas
con la duda incrustada en la frente y tu destino sea el de esos peregrinos de
la noche oscura del alma que caminan en dirección al alba.
Sea como fuere, hay un
denominador común entre las personas que somos vividas por el arquetipo de la
Búsqueda: por mucha información que acumulemos, o muchos caminos que andemos,
ya esté claro el día o sea noche cerrada, lo cierto es que siempre se antepone
una distancia entre nosotros y los tesoros que esconde el horizonte hacia el
que dirigimos nuestra mirada; no importa cuán lejos has llegado en tu viaje de
conocimiento, pues lo que buscas se aleja a la misma velocidad que avanzas. Y
te agotas cuanto más tardas en rendirte a la evidencia de que, lo que la
Búsqueda te está exigiendo, es un salto confiado más que un paso metódico y
complaciente… Pero ese salto requiere y reclama la energía que fuiste dejando a
tu espalda en cada negación que no pudiste o no quisiste o no supiste
transformar en un sí-mismo.
Es llegado a este punto que el
buscador desanda sus pisadas y va reinventando el pasado a fuerza de sanar
fisuras, de colorear los pasajes grisáceos… Algo mágico sucede en este
recorrido, pues, al desapegarse de la búsqueda, encuentra un horizonte sobre
cada paso, una claridad en cada paisaje que recordaba sombrío, una fuerza en
cada herida sanada. Y es así cómo, sin darse cuenta, sin ya pretenderlo, ha
dado un salto sobre sí mismo…
Angela
Castillo, escritora
Autora entre otros de:
Semillas de un Sueño
Girasoles al Amanecer
Los Ojos de la Noche
www.angelacastillo.com
Autora entre otros de:
Semillas de un Sueño
Girasoles al Amanecer
Los Ojos de la Noche
www.angelacastillo.com
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